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Ya hay quien se ha apresurado a decir que el algoritmo por el que se determinan sus retribuciones es machista y por ende discriminatorio. Se olvida en ocasiones que brecha salarial (pay gap en inglés) y discriminación no son una misma cosa, y que desgraciadamente no es suficiente con erradicar la segunda para reducir significativamente la primera.
Dicho de otro modo, que las personas de un sexo estén peor retribuidas en ciertos sectores no significa necesariamente que se las discrimine. Basta con el ejemplo de la industria de la moda, en la que los modelos a nivel retributivo se encuentran a años luz de sus compañeras, para convencerse de que por mucho machismo que haya, las leyes del mercado no entienden de géneros, ni de su igualdad.
La brecha salarial calcula la diferencia entre la retribución media de hombres y mujeres, con independencia del puesto que ocupen. Existe brecha a favor de los hombres en todos los países de la EU, y algunos, espoleados por una recomendación de la Comisión Europea, empiezan a aprobar medidas para reducirla.
En España, donde la brecha es del 23,25%, el PSOE ha presentado recientemente una proposición de ley de igualdad retributiva. Se pretende que los trabajadores tengan acceso a un registro de retribuciones medias por sexo. Se presume asimismo la existencia de discriminación retributiva en aquellas empresas en las que el promedio de percepciones de los trabajadores de uno de los sexos supere en más de un 25% el de los trabajadores del otro.
Por su parte, Podemos también presentó en noviembre del año pasado una proposición de ley muy similar, si bien situaba la brecha salarial máxima en el 20%.
Veremos en qué quedan ambas iniciativas legislativas y cuál es el efecto práctico de limitar las diferencias retributivas entre sexos. Aunque dejar la brecha por debajo del 25% no parece un objetivo muy ambicioso -la de Islandia es del 5.7% y la de EE.UU del 18% -, ello puede convertirse en un quebradero de cabeza para las empresas en algunos sectores, hasta el punto de verse obligadas a modificar su política retributiva para cumplir con la normativa.
En la industria del cine para adultos, en la que la brecha salarial alcanza un 40 % a favor de las mujeres, el reto puede ser mayúsculo.