El juego de la oca | Fieldfisher
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El juego de la oca

12/12/2016
Por fin hemos terminado una de las semanas más improductivas de los últimos tiempos, con un constante arrancar y parar que ha generado, en la práctica, una parálisis del país, con los efectos que ellos supone en la economía productiva, y lo más curioso del caso es que, a diferencia de en otras ocasiones, parece no haber existido ningún debate sobre lo absurdo de esta situación, ni una propuesta seria a evitarla. La paradoja de la semana de los puentes de diciembre, es equ... Por fin hemos terminado una de las semanas más improductivas de los últimos tiempos, con un constante arrancar y parar que ha generado, en la práctica, una parálisis del país, con los efectos que ellos supone en la economía productiva, y lo más curioso del caso es que, a diferencia de en otras ocasiones, parece no haber existido ningún debate sobre lo absurdo de esta situación, ni una propuesta seria a evitarla. La paradoja de la semana de los puentes de diciembre, es equivalente al debate sobre la serpiente de verano de los horarios y la conciliación de la vida laboral, con el que recurrentemente se llenan la boca nuestros políticos, pero sin que tampoco se tomen en serio su solución. En ambos casos, creo que lo que hay detrás es una cierta desidia, mezclada con hábitos adquiridos y ciertos intereses creados, con los que no hay ganas de enfrentarse. Está claro que el gran puente de diciembre, que por cierto el año que viene se convertirá en una auténtica Semana Santa, con un puente que empezará miércoles por la tarde para finalizar el domingo, se ha convertido en uno de los grandes reclamos del turismo de invierno y, para muchos operadores, como las estaciones de esquí y las actividades económicas de estas zonas, es un gran revulsivo económico, pero ¿justifica ello el desbarajuste que supone para el resto de la economía? Francamente creo que no. Al fin y al cabo, según los calendarios oficiales siempre habrá catorce días de vacaciones anuales con lo que, al final, siempre seguirá habiendo festivos para que la gente se dedique al ocio y, no deja de ser sorprendente que, en un estado aconfesional, parte de este desbarajuste venga provocado por la celebración de la Inmaculada Concepción, sin que las activas feministas igualitaristas hayan abierto la boca al respecto. La solución al problema es simple, por una parte, deberíamos dejar de celebrar el ocho de diciembre, no por una cuestión de anti-catolicismo que no practico, sino porque creo que tiene mucho más sentido celebrar el día de la Constitución, ya que, a pesar de los variados fuegos de artificio alrededor de este día, incluidos los de los independentistas, los que aún tenemos una memoria que nos recuerda las tinieblas del pasado, celebramos que después de cuarenta años de dictadura, fuésemos capaces de dotarnos de forma pacífica de una constitución y una democracia sin las que ninguno de los debates actuales, incluido el territorial existiría, y no deja de ser una fiesta mucho más cercana a nosotros que celebrar que hace veintiún siglos Maria de Nazaret fuese capaz de concebir un hijo sin seguir los métodos tradicionales. Posiblemente, la Constitución es el único día que debería ser inamovible en nuestro calendario, junto con el de Navidad, pero el resto, lo lógico sería pasarlos a los lunes, con lo que, además de racionalizar nuestra productividad, seguiríamos generando negocio en el sector del turismo con una serie de fines de semana de tres días repartidos a lo largo del año. Si a ello le uniésemos finalmente una racionalización de horarios, empezando por adaptarnos a nuestro huso horario, no solo podríamos disfrutar mejor de los festivos, sino también tener una vida más racional a la vez que más productiva pero, mientras, ya saben, de puente a puente, y tiro porque se me lleva la corriente…